martes, 7 de septiembre de 2010

I

Tengo un tumor en la cabeza,
tengo tu amor en mi cabeza.
Y mata lento, lento...
E intento sacarlo aunque duela
mas siempre queda secuela
y cuando parece que remite...
repitese la historia,
vuelve tu imagen a mi memoria
para recordarme lo feliz que sería
y lo triste que estoy hoy,
que sonríes para otro.

viernes, 21 de mayo de 2010

Sobre el amor

Dicen que un todo está formado de distintas partes.
Aunque supongo que esto es una discusión demadiado banal
-y sin embargo demasiado disfrazada de profunda-
como para tratarla aquí.


No obstante, el amor, ¿es un todo?


Es el todo.

Malditas discusiones paralelas.


¿Qué es el amor, entonces? ¿Qué ingredientes lo conforman?

El amor consta de todo cuanto hay en el mundo de sublime.
Y lo sublime se halla en la esencia de las cosas.


En la esencia de las cosas.

Eso dije.

El amor se alboroza con el trino del jilguero
y con el alba temprana de abril.
El amor se esconde en las cuajadas de rocío
y en el silencio de las estrellas lejanas.
El amor está en las nubes, y en lo alto de los montes,
y en la noche callada y perfecta como un círculo.

El amor está en las grandes cosas.

Al contrario. En las más pequeñas.
El amor está en la mirada indecisa, titubeante,
efímera como la cresta de una ola cansada
-que rápidamente se camufla entre las que dicen asemejársele-.
En una sonrisa tierna, suave, de verso,
en una mirada triste, en una caricia leve.
El amor está en unas pupilas oceánicas o en una palabra exraviada,
o en la lluvia o en la niebla,
o en el arpegio disonante de una canción mal comprendida.


El amor está bajo una piedra o quizás sobre una nube:
en todo cuanto amanece bajo la bóveda despejada del cielo infinito.


Ah, el amor.


El amor es una elevación del espíritu
que la bajeza del ser humano raras veces soporta.



Curioso.

¡Con lo puro y diáfano que es el aire entre las nubes!

Yo he subido a las cimas a través de unas pupilas de agua y de sueño.
Cuando el sol se esconde juego a tejerles versos infinitos
con el algodón delgado de las nubes y con el silencio pleno de la noche.

martes, 16 de marzo de 2010

Enferma sociedad

Hoy piedra, papel y mechero,

tabaco y un cenicero,

sillón de cuero,

pensamiento ligero,

real, sincero...

Hoy, eludir el cancerbero

que me niega lo que quiero,

de la vida el lucero,

y no, no es dinero,

y si, soy sociópata, caballero,

de esta sociedad donde manda el embustero,

en la que se ha olvidado lo primero,

la felicidad, algo tan mero...

martes, 9 de marzo de 2010

Palabras en la nada

La noche cae, inmensa y lejana.
La nada, entre el oscuro, vocifera esencias de eternidad,
y las breves sombras acicalan la soledad de los vacíos.

El silencio se inspira, puro,
como los cristales del océano,
embalsamado con el sutil néctar del rocío.

Simple y claro como una estrella,
como una cuajada temblorosa de la lluvia de marzo,
seduce a la sibilina soledad
de la noche infinita.

Las palabras mudas pasan, taciturnas,
por la noche y por mi alma.

La luna se inflama y el viento, a su paso, murmura.

martes, 2 de marzo de 2010

El cuerpo, prisión del alma

Mi cerebro el carcelero
que en lo hondo de mi pecho
tiene al corazón prisionero,
no deja escapar ni un sentir,
la razón es lo primero.
Por no haber sentido nunca
hoy no se ni lo que quiero,
que a veces se fuga algún
sentimiento pendenciero
por el mar “Realidad” perdido,
digno de un relato de Homero.

domingo, 24 de enero de 2010

A la figura del poeta

Un caballero y su lanza,
detractor de la añoranza
en busca de la esperanza,
voz del pueblo y el proscrito,
humilde homenaje al mito,
poeta, su arma el grafito.

miércoles, 20 de enero de 2010

La luz eterna

El pincel de la tarde triste


Entre el oscuro silencio del camino
una luz brilla, a lo lejos.
Una luz brilla y refulge y se inflama
y la melodía de su bruñida espesura
parece contagiar todas las cosas.

Camino extático pos la luz misteriosa,
camino, embriagado y lleno de ella,
y armado de esperanza y librado de presente
me lanzo a la caza de la nueva alborada.

El sol despunta en el firmamento.
Todo lo inunda, todo lo tiñe.
Mas, ¡ay! que el ocaso es temprano,
y los amaneceres, prestados.

La fría noche regresa a llenarme de vacío.
Y entonces, entre el oscuro silencio del camino,
una luz palpita, en lontananza.

Es la luz eterna del eterno viajero.
Es la luz eterna de los que no tienen nada,
y viven de sueños.